martes, 13 de enero de 2015

¿Por qué ya no digo que soy psicólogo/a?

Buenas tardes a todos los presentes.
Aprovecho para desearos un feliz año a todos/as. Sé que hace tiempo que no me paso por aquí, pero estoy siempre de arriba para abajo, sin mucho tiempo libre.

Hoy buscaba unos apuntes para un examen que tengo mañana y me he topado con un texto que quiero compartir con vosotros. 
Habla sobre la visión que tiene el mundo sobre la psicología, sobre como creen que somos aquellos que nos dedicamos a esta profesión. 

Personalmente a mi me gusta, me lo tomo con humor, aunque reconozco que muchas de las cosas que cita el autor "desconocido" me parecen bastante reales, desgraciadamente.

He intentado buscar el texto en Internet y saber más sobre su autor, pero mi búsqueda ha sido en vano, así que si alguien sabe quién lo escribió, estaría muy agradecida que me lo dijese en un comentario.

Bien, sin más dilación, os transcribo el texto que está en catalán y no sé si es su lengua original. 

A ver qué os parece


"¿Por qué ya no digo que soy psicólogo?"


De ahora en adelante, cuando alguien me pregunte mi profesión, contestaré: <<Profesor de latín y griego>>, porqué así nadie o casi nadie osará comenzar una discusión a raíz de ello. 
Pero seguramente no diré más que soy psicólogo, porqué cada vez que lo hago el comportamiento de mi interlocutor se metamorfosea de una forma brutal.
Inevitablemente podemos clasificar las reacciones en cuatro categorías diferentes:

Categoría A: El interlocutor con prejuicios.
<<Ah! ¡usted es un de esos que está un poco tocado de la cabeza!>>

Y lo que viene después me lo sé de memoria: <<Va hombre, la mayoría de psicólogos han elegido ésta profesión porqué ellos mismos tienen problemas>> <<Cuando alguien se preocupa todo el día por las miserias de los demás, también acba por volverse loco, ¿no? ...¿Usted hace éste trabajo? Pues parece muy normal, conocí un psicólogo que...>>

Y durante el resto de la velada, me siento obligado a demostrarlos que soy una persona normal con tal de salvar el honor de la profesión.

Categoría B: El interlocutor con experiencia.
<<A mi me pasó una cosa terrible con uno de ellos >>

Y seguidamente mi interlocutor se dispone a dar una explicación detallada: de pequeño lo llevaron al psicólogo de la escuela que le dijo que era <<homosexual y alérgico al trabajo>>
Si es que no me explican cosas como que durante un seminario de fin de semana, un animador (psicólogo naturalmente) invitó a todo el mundo a hacer un strip-tease (por todo eso de liberarse, claro). Y acabó por dormir con las asistentas más bonitas.

En estos casos hago un discursito que ya tengo preparado sobre que siempre hay una oveja negra y que no todo el mundo es igual, etc. Pero interiormente, me siento mal.

¿Cuándo podremos eliminar a los charlatanes? ¿Cuándo habrá un respeto definitivo por los psicólogos?

Categoría C: La tercera categoría también tiene su peculiaridad, se trata del intelectual.
<<¡Ah! ¿Usted ha estudiado psicología? ¡Pero si eso no es una ciencia!>>

Normalmente se trata de un licenciado en ciencias o un ingeniero. Pues bien, volvamos: <<La psicología es una ciencia joven, donde aún se cometen muchos errores. Además, el objeto de su estudio no le permite siempre trabajar con los mismos métodos que a las ciencias puras... y qué si tal y Pascual>>

Todas esas reacciones son más o menos hostiles y he tratado de calmarlas de una forma amable, mostrándoles los aspectos positivos de la profesión. 

Pero estos tipos no son nada comparados con los de la siguiente categoría.

Categoría D: Los individuos que ven con buenos ojos la psicología.
<<¡Ah! pero usted resulta que es psicólogo, así pues ya me habrá calado... ¿eh?>>

Ya sé otros profesionales también tienen el mismo problema; los dentistas, por ejemplo, que no pueden ir a comer sin que nadie les abra la boca y les pida si sería mejor un puente o una corona. 
Si yo tuviese que hacer un cálculo de mis consultas improvisadas, me podría jubilar. Podría negarme rotundamente pero, entonces me tildarían de lunático, así que no me queda otro remedio que escuchar y hacer algunos comentarios como psicólogo.

Entonces, me ocupo de los problemas de mi interlocutor y también de los de su madre agorafobia y de su hermana anoréxica. Eso me puede pasar tanto en el café como en la parada del bus, o bien durante una velada en casa de unos amigos que había empezado muy bien. 

Seamos claros: no me compadezco de aquellos que no saben a quien dirigirse cuando necesitan ayuda psicológica, o de aquellos a quien puedo serles útil. Los que me exasperan son aquellos que explotan la situación y me cuentan sus traumas infantiles o la psicoanálisis que se están haciendo. Y lo peor es que sé de compañeros a los que eso les encanta. 

Me preocupa la mala reputación de la psicología, la hostilidad que provoca.

Primeramente, tengo que reconocer que frecuentemente las críticas tienen una razón de ser. A veces yo mismo tengo escalofríos cuando me entero que, por ejemplo, hay un psicólogo que pretende decidir si alguien sirve o no para estudiar según los resultados de un test. O bien, como me ha pasado hace poco, cuando leo que un colega ha declarado, delante de un tribunal, que el acusado tenía <<la inteligencia de un oficinista>>, (¿y qué sabe él de la inteligencia de los oficinistas?). Estas personas tendrían que conocer mejor los limites de sus actuaciones. 


Así mismo, me indigno cuando me entero que hay terapeutas que abusan de la dependencia afectiva de los pacientes. Sin ir más lejos, hay de los que experimentan nuevas técnicas que a menudo perjudican a los clientes. 

Sin embargo, no se debe generalizar, hay muchos psicólogos que hacen su trabajo conscientemente y como es debido. En todo caso, a mi me gustaría que me juzgasen por lo que hago y no que me imputen por los errores de otros. 

A parte de criticas justificadas, creo que detrás de los ataques del que soy objeto hay otra cosa: el miedo de ser puesto al descubierto, el miedo a la <<mirada de rayos X del psicólogo>>.

Y se defienden rebajándolo. SI se lo considera como alguien débil e incompetente no parece para nada terrible. Pero este miedo al psicólogo no tienen ninguna razón de ser. Es cierto que nuestra formación nos hace volver más atentos a las manifestaciones de la vida psicológica: que nos da una vista más aguda pero, no podemos leer el pensamiento, ni podemos manipular a nuestros interlocutores en contra de su voluntad. 

Y ahora que escribo esto, es evidente que había olvida una 5á  categoría que responde a otro mecanismo de defensa que se utiliza a menudo; es la constatación de que los psicólogos son tan incapaces como los otros de solucionar sus propios problemas.

<<¿Así que usted también está divorciado, eh? Y eso que es psicólogo...>>

Espero que la imagen del psicólogo se vea con un poco más de realismo. 
El día que así sea y me pregunten cuál es mi profesión podré responder con alegría: 


<<Soy Psicólogo>>"

E.W. T/R.M. 

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