Buenas tardes de sábado,
Hoy me gustaría recomendaros esta lectura "Sólo vine a hablar por teléfono" puesto que da mucho que reflexionar al respecto.
Es una lectura fácil aunque un tanto angustiosa y ahora sin más dilación os adjunto el enlace de donde lo podéis leer:
http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/esp/ggm/solo_vine_a_hablar_por_telefono.htm
A continuación os escribiré mi opinión de la lectura así como todo aquello que me suscitó.
Sobrecogedora
historia con final agrio. Página a página he ido adentrándome en el misterio
que suscita este relato. Ha sido duro, pues empatizar con María de la Luz
Cervantes no ha sido fácil. Escribo con
incertidumbre, pues, no se como empezar a desarrollar el texto, por el desazón
provocado.
A María, un joven emprendedora y con
toda la vida por delante, se le trunca la vida a consecuencia de una desastrosa
avería, con su coche. A falta de teléfono, para avisar a su marido, decide
hacer parar a todos los vehículos que se crucen por su camino. El autobús que
la recoge en medio del desierto, de Zaragoza, resultó ser el que trasladaba a
unas mujeres a un centro de salud mental. María, sin saberlo, llegará a formar
parte de las internas, ya que, las mujeres que lo regentan piensan que, María,
es una paciente más.
La
joven no entiende nada, ella sólo quería hacer una llamada telefónica. Pasan
los días, los meses y María sigue encerrada, con las demás mujeres, tiene que
adaptarse a su nueva, pero no fácil, vida, ya que ésta, le dio un vuelco en un
segundo. Resulta difícil comprender como
a medida que el tiempo iba sucediendo, María, se iba empezando adaptar a su
nueva identidad o a su manera de vivir, para poder adaptarse a las
circunstancias que la rodeaban.
Resulta
incomprensible, a mi parecer, como una persona sin ningún trastorno psicológico,
acabé formando parte de las residentes de un centro de salud mental. Sin que la
historia, que la precede, tenga ningún tipo de valor para los oyentes. Escalofriante,
también, la resignación que María, al final del relato, parece adoptar, al
darse cuenta que nadie es creyente de sus palabras más sinceras, ni siquiera su
gran amor.
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