Quiero que seáis cómplices de mi vivencia
-hace ya 3 años, en el 2010 - como
Integradora social en prácticas en El
Redós, una residencia para gente de la 3ª edad, en Sant Pere de Ribes
(Garraf, Barcelona, Catalunya).
Bien, cuando cursaba segundo –y último
curso- de Integración Social que, para quién no lo sepa, es un ciclo formativo
de grado superior, tocaba apuntarse a las prácticas.
Cada uno de los estudiantes, era
libre de escoger el ámbito y/o colectivo que más le gustase dentro de una lista
con convenios con diferentes empresas, había que pensarlo bien, pues teníamos por delante 420 horas para
empaparnos de experiencia.
Yo me repartí las horas; 120
horas en un Centro de Día para gente sin hogar y las 300 restantes en la residencia
El Redós. Tengo que confesar que, la elección a priori, fue por proximidad a mi domicilio y no porque
el colectivo de gente mayor me llamase especialmente la atención.
Aun recuerdo mi primer día allí,
eran las 16 horas de un lunes, y la trabajadora social me acompaño a la parte
del edificio donde, a esas horas, se merendaba, el Centro de Día.
Me enseñó dicho espacio porqué
hasta las 17:00 no empezaba la sesión de memoria con la psicóloga. Y tengo que
decir que, desde el minuto cero me sentí muy cómoda y entusiasmada,
predispuesta a ayudar en lo que se me requiriese, por ese motivo, me fui a las
auxiliares de enfermería a preguntarles si podía ayudarles a sentar a las personas con
menor movilidad e incluso hasta poner los cafés/leche/zumo y galletas en sus
respectivos lugares. (He añadido el incluso, puesto que eran tareas que no me competían).
Cuando la gente mayor - que allí
se encontraba- me vio aparecer por la puerta, enseguida se apresuraron a
preguntarme que quién era, qué si era algún familiar o quizás una voluntaria
que venía a ayudar. Les comenté lo que estaba estudiando y que había venido para ayudar y poder realizar mis practicas con todos/as
ellos/as.
Y en ese momento, en sus rostros divisé felicidad y gratitud, pese
que aun ni me conocían, sólo por el mero hecho de ser una persona joven y
querer estar ahí con todos/as ellos/as. Ese
sentimiento me inundo el alma y me llegó directo al corazón.
Me cogían de la mano, me
preguntaban cosas, querían saberlo todo de mi y, sinceramente, yo también de
ellos/as. Estaba desbordada por tanta atención y tanto calor y me acordé de la
frase de Antonio Gala “La vejez tiene
dentro todas las edades, les acompaña la curiosidad, la sorpresa y la
admiración que formaron su infancia; el entusiasmo, la generosidad, el ímpetu que
formaron su juventud; la reflexión, la ponderación y la serenidad que formaron
su madurez”.
Podría contar mil y una anécdotas
que he tenido a lo largo de esos, casi 6 meses, con personas con nombre y
apellido, con una historia, con un bagaje, con un corazón y un cerebro. Ellos/as
también, al igual que tú y al igual que yo, han sido niños y han sido jóvenes; se han enamorado, se han divertido, han ido a
bailar, querían comerse el mundo, han luchado por un futuro mejor, tenían expectativas,
ilusiones y un larguísimo etcétera. Y aunque
ahora sus cuerpos cansados lucen
encorvados, sus cabezas agachadas y los hilos de plata recubran sus cabezas adornando
sus miradas perdidas, no menospreciéis ni infravaloréis a nuestros mayores, pues
son la voz de nuestra experiencia, son la calidez del cariño incondicional, tienen
historias en cada poro de la piel y lo único que nos piden sin decirlo, sin
hablarlo, sin exigirlo, es que les escuchemos, que les queramos y que los
tratemos como ellos lo han hecho, durante tantos años, con hijos, nietos, amigos… sin pedir nada a
cambio.
Recompensemos con una llamada,
una caricia, una visita, un paseo, una taza de chocolate, una comida en familia
a nuestros mayores. Recordemos que,
nosotros los jóvenes, algún día llegaremos – ojalá - a ser mayores; se nos
olvidarán las cosas, caminaremos torpe, necesitaremos ayuda para hacer ciertas
cosas, pero querremos a niveles incondicionales y en el fondo, pese a sonar a
oxímoron, estaremos llenos de vida.
Molt bonic Cristina. Jo tenia la mateixa sensació fa molts anys, al entrar a la residència on estava la meva àvia. Viure estones amb els nostres grans, és com fer microclasses magistrals de vida. Tots i totes hi arribarem i és important tenir-ho present a diari per comprendre i acompnyar el seu procés que un dia serà el nostre.
ResponderEliminarNúria
Núria moltíssimes gràcies per llegir-me i per la teva aportació.
EliminarEm fa molt feliç!!
espero de tot cor que estiguis molt bé!
un petonàs!